La Medicina de Urgencias tiene entidad propia, con cuerpo teórico, marco práctico y realidad histórica demostrada. No se puede dejar por más tiempo una de las parcelas más importante de la Medicina -si no la más importante- tanto en función del número de pacientes que maneja como de la gravedad de sus patologías, en el vacío legal que supone la ausencia de reconocimiento de que pueda, o deba, ser ejercida por Médicos Especialistas.
Supone una peligrosa incongruencia el hecho de que en un primer momento de surgir el mal, cuando un diagnóstico correcto, un manejo adecuado y la toma rápida de decisiones no admiten demora, la presencia de un profesional altamente cualificado no esté plenamente garantizada.
Quizás debamos plantearnos ya con honestidad mantener la coherencia en todo el proceso asistencial, y para que todo lo demás no careciera de sentido, resultaría vital no dejar por mas tiempo en manos del destino, que ese médico que interviene en los momentos iniciales de la enfermedad, se haya impuesto un programa de autoformación adecuado para suplir el vacío formativo que existe a nivel Oficial.
Perpetuar esta situación nos sitúa moralmente al margen de la ley. Estamos obligados a velar fundamentalmente por la defensa del paciente (al cual le va – no lo olvidemos – la vida en ello) del intrusismo, la mala praxis o la improvisación, y hoy día, la única forma de garantizar una correcta asistencia es profesionalizar la Medicina de Urgencias, razón de ser lograda por otras especialidades recientes con mucha menos justificación social.
El Servicio de Urgencias es la trinchera mas avanzada del Hospital. Están ubicados en áreas específicas, autónomos en funcionamiento, independientes jerárquicamente de otros servicios, con médicos y demás profesionales sanitarios altamente especializados en la toma rápida de decisiones vitales, cribaje de patologías banales, visión integral del paciente, resolución eficaz de problemas diagnósticos y tratamiento tanto de patología traumatológica como dermatológica, quirúrgica o cardiológica con igual profesionalidad que problemas pediátricos o geriátricos, todos ellos con un solo punto en común: su asistencia no admite demora, especialmente en áreas complejas como la emergencia toxicológica, politraumatizado grave, grandes quemados, manejo del traumatismo craneoencefálico o resucitación cardiopulmonar, en las que el Médico de Urgencias diferencia, diagnostica y trata siguiendo pautas de actuación muy especificas, en la mayoría de los casos sin medios diagnósticos sofisticados de menor disponibilidad.
El Servicio de Urgencias del Hospital debe dejar de ser casa de todos y tierra de nadie. Ha de estar conducido por profesionales comprometidos, vertebradores en muchas ocasiones del funcionamiento del resto del Hospital, con patrones de conducta concretos y ágiles árboles de decisión, donde debe estar mas que en ningún otro servicio claramente diferenciada la figura del médico con función asistencial de la del médico en periodo de formación, por la contradicción que supone dejar a pacientes graves en otras manos que no sean las de profesionales altamente cualificados, Especialistas en Medicina de Urgencias, de mentalidad científica y a la vez practica, determinada por el dominio de sus funciones y por su experiencia en la gran tarea que conforma la compleja realidad asistencial de las Urgencias. Resultando en este momento el reconocimiento de la Especialidad y del Título de Especialista en Medicina de Urgencias, los determinantes que condicionan su progreso para lograr cotas óptimas de calidad y eficacia.
ÁLVARO VALVERDE GRIMALDI
Presidente de SEMES-Extremadura