La publicación del RD 866/2001 con la creación en su momento de la Categoría Profesional de Médico de Urgencia Hospitalaria, vino a ocupar, en parte, el enorme vacío que existía en torno a la Medicina de Urgencias, tradicionalmente abandonada por los encargados de diseñar nuestra estructura sanitaria. Pero el problema en modo alguno quedó resuelto; no hizo más que recibir un paliativo que debemos considerar provisional.
Resulta inexplicable la escasa importancia que siempre se le ha reconocido a la Medicina de Urgencias. Cualquiera entiende que las decisiones que se tomen en esa fase aguda de la enfermedad, que con frecuencia ni siquiera concede tiempo para reflexionar, puede ser determinante incluso para la vida del paciente. Por lo tanto la formación específica y garantizada de los profesionales que atienden tales Servicios debería estar fuera de toda duda.
Pero hasta ahora no ha sido así. La general eficacia con que se trabaja en los Servicios de Urgencias y Emergencias se debe, exclusivamente, a la abnegación de unos profesionales que en su mayoría luchan en soledad por sacar conclusiones de sus experiencias y mantienen siempre vivo su sentido de responsabilidad. Sin ser razonable que el mismo paciente que en una fase ulterior de su proceso se esta beneficiando de una medicina de alto nivel, haya tenido que pasar previamente el túnel tenebroso de la primera asistencia.
Por eso, después de habernos felicitado y felicitar en esa ocasión a la Administración por haber decidido por primera vez reconocer, aunque precariamente, el hecho diferenciador del médico de urgencias, es necesario seguir proclamando insistentemente la necesidad de dar el siguiente paso: homologar definitivamente la calidad de la asistencia en todas las fases del proceso sanitario. Y la única forma de conseguirlo, no nos engañemos, es garantizando la formación de los médicos de Urgencias y Emergencias, que ha de ser especifica para sus funciones, mediante una titulación que en estos momentos debe pasar necesariamente por la Especialidad vía MIR.
No entenderlo así constituye, entre otras cosas, un fraude a los pacientes que, no lo olvidemos, acabarán por exigir responsabilidades, y cuando lo hagan, a falta de otras asistencias, les asistirá al menos la razón.
Álvaro Valverde Grimaldi
Presidente de SEMES-Extremadura